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Es la madrugada del 30 de mayo. ¡Hoy es quincena!  Sería una de mis acostumbradas frases comentadas en voz alta en la oficina. Pero realmente no lo es para mi, hace más de una semana he renunciado después algo más de una década a mi empleo, que más, mucho más que eso, fue mi hogar durante tanto tiempo. Es algo complicado explicar qué siento frente a esta pantalla, decir que estoy completamente feliz de cumplir este sueño – el de recorrer Colombia en bicicleta – debe ir acompañado de un largo inventario de emociones ubicadas en el stand de la incertidumbre y los cajones del miedo.

Dejarlo todo nunca es fácil, dejarlo para vivir nuestros sueños, esos que nos trasnochan todo el verraco día,  tal vez no es fácil. No lo es, porque a medida que vamos pasando nuestras vidas por el calendario de lunes a domingo, adquirimos una letal manía de  imaginamos desde el miedo, todo lo malo que nos puede pasar y nos preocupamos en demasía por el futuro.

En este momento, lo único que sé de mi, es que recorreré el país en una bicicleta de los años 30s en busca de esas heroicas historias que cruzan el camino del viajero, esas mismas que me convencen, que a pesar de todo lo que hemos sobrellevado los Colombianos, aún existe humanidad en nosotros. ¿quién va a creer en nuestro país? ¿quién? Si no lo hacemos nosotros mismos, no creo que un Turco, un Belga, o un Argentino  lo haga mejor que usted o yo, que nacimos en este pedacito de tierra.

Hace más de 6 años que se me ocurrió este “disparate” he venido pensando que todos debemos en algún momento ver nuestro país con algo de simpatía, y además de eso, contagiarla a las nuevas generaciones. Sin caer en nacionalismos estúpidos, propensos a la obstinación y el fanatismo, pero si  con el delirio de contagiar a esos que vienen atrás, para que puedan interesarse un poco más por lo nuestro. Así algún día, quizá  logremos cambiar algo, al menos de puertas para dentro. Por esa razón, si logro que al menos una persona sienta “cosquillitas” en el corazón para conocer algún lugar de este país. Todo este esfuerzo ha valido la pena.

Este no es mi viaje, es nuestro viaje, si usted está leyendo esto, quiero agradecerle el tiempo que se ha tomado para seguir estas líneas, y además, quiero invitarlo a que viajemos juntos por Colombia.

Yo no he tomado esta decisión para a enseñar, para señalar, mucho menos para presumir, la he tomado para aprender y  sobre todo para compartir. A todos los que han creído en este momento, de corazón:  GRACIAS  ¡Es hora de viajar!

Desde el lugar donde Dios ha puesto una embajada de alegría y un trocito de cielo: Cali

Mayo 30 de 2019

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